No es necesario esperar a que tengas un problema importante para hablar sobre lo que sientes. Puedes decir cómo te sientes en cualquier momento. Es una cosa positiva que merece la pena poner en práctica.
Un programa de entrenamiento de fuerza para niños no debe ser una versión a menor escala de un programa de entrenamiento para adultos. Los niños deben aprender la técnica adecuada, ser supervisados, tener acceso a máquinas y equipos de tamaño adecuado para su edad y saber cómo usar el equipo de manera segura.
En tiempos de sobreestimulación, el silencio puede incomodar. Pero es precisamente en ese vacío —sin pantallas, sin respuestas inmediatas, sin ruido— donde se abre la posibilidad de un encuentro genuino con uno mismo.
Escuchar con los ojos es una habilidad que se entrena. Es leer el contexto, interpretar lo que no se nombra, reconocer emociones antes de que se expresen. Es entender que una persona no siempre necesita una solución, sino presencia. Que un equipo no solo necesita dirección, sino conexión.
Vivimos inmersos en contextos de alta demanda, plazos que apremian, equipos que esperan respuestas, familias que necesitan presencia, mentes que no paran. Pero lo que verdaderamente nos sostiene en medio del desorden no es la velocidad con la que respondemos, sino la capacidad de regresar a ese espacio interno donde todo se ordena: nuestro eje.